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¿Son realmente tan diferentes la censura y la cultura de la cancelación?

Chiara Sassi
cancel culture

Desde los tiempos más antiguos la música ha sido considerada un territorio donde siempre hay espacio para quienes tienen algo que decir. Pero ¿quién decide qué se puede decir a través de la música? ¿censura y cultura de la cancelación son oxímoron o conceptos similares?



Censura y cultura de la cancelación en comparación

Hoy en día, el concepto de libre expresión del pensamiento no siempre está garantizado. De hecho, nacer en dos polos opuestos del mundo influye profundamente en las posibilidades de expresión y en las limitaciones impuestas por el contexto social, político y cultural. En algunos países, como Irán o Arabia Saudita, la censura gubernamental impone el silencio a través de leyes represivas. En otros lugares, en los países occidentales, la llamada cultura de la cancelación puede determinar el final de la carrera de un artista, a veces sin posibilidad de redención. Dos contextos muy diferentes, que tienen en común el hecho de silenciar voces, pero cuya raíz es distinta.


La censura en la música y la iraní Googoosh

La censura en algunod países del Medio Oriente es impuesta por regímenes represivos, donde el gobierno establece los límites entre lo prohibido y lo permitido. A veces tiene fundamentos legislativos, como en el caso de la Sharia, la ley sagrada de la religión islámica, cuya interpretación varía según el país y las autoridades religiosas que la aplican.

En los contextos más estrictos, la música está fuertemente penalizada, y esto afecta especialmente a las mujeres.


El gobierno iraní, tras la Revolución de 1979, prohibió a las mujeres cantar frente a un público que incluyera hombres. De hecho, solo pueden actuar ante un público femenino o en un coro con otros hombres, ya que, según una interpretación de la Sharia, la voz femenina podría seducir a los hombres y, por lo tanto, resultar inapropiada. Además, las canciones que hablan de libertad, derechos de las mujeres o sexualidad son censuradas o prohibidas.


La única alternativa que muchas cantantes iraníes tienen para poder expresarse libremente es huir. Googoosh, una de las voces más célebres de la música iraní, tuvo que interrumpir su carrera tras la revolución y refugiarse inicialmente en Turquía, para luego trasladarse a Canadá, donde vivió durante muchos años. Su música, símbolo de modernidad y libertad, fue prohibida, y ella misma sufrió un silencio forzado que duró más de una década. Tras años de exilio, logró regresar a la escena internacional, continuando su expresión sin la censura que la había sofocado. La cantante se convirtió en un símbolo de una lucha más amplia contra la censura y la represión de la libertad artística en Irán, demostrando que la música, al igual que cualquier forma de arte, puede ser una herramienta de resistencia y expresión, incluso cuando la libertad de crear se ve obstaculizada por el poder.



Cultura de la cancelación: otra forma de censura?

Si la censura en los regímenes autoritarios es impuesta desde arriba, a través de leyes y gobiernos represivos, en los países occidentales existe otro fenómeno que puede limitar la libertad artística: la cultura de la cancelación. Este término se refiere al boicot público de una persona, a menudo una figura mediática o un artista, debido a declaraciones o comportamientos considerados problemáticos. No se manifiesta a través de prohibiciones oficiales impuestas por el Estado, sino que actúa mediante el poder de la opinión pública, amplificado por las redes sociales.


Los efectos de este fenómeno en la música son múltiples. Algunos artistas, por ejemplo, han visto cómo sus canciones eran eliminadas de las plataformas de streaming o prohibidas en emisoras de radio tras una controversia, como ocurrió con R. Kelly después de las acusaciones de abuso sexual.Un aspecto clave de la “cancel culture” es su impacto en las redes sociales: la difusión viral de un escándalo puede llevar rápidamente a una exclusión total de la industria musical. Kanye West, por ejemplo, perdió importantes colaboraciones comerciales tras sus declaraciones antisemitas, mientras que Doja Cat fue objeto de una gran campaña de boicot debido a la reaparición de antiguos chats controvertidos. No decimos que no sea justo "cancelar" a cantantes que cometen delitos graves, como en el caso de acusaciones de violación, violencia, racismo, odio o acciones similares.


Sin embargo, hay situaciones en las que el artista no ha sido acusado de ningún delito o no ha hecho nada grave, pero aún así es atacado por el público simplemente porque este no está de acuerdo con lo que ha dicho. Un ejemplo es Demi Lovato, contra la cual se lanzó el hashtag DemiLovatoIsOverParty (Demi Lovato ha terminado party) sin un motivo aparente pero también está Eminem, "cancelado" por algunos miembros de la generación Z que lo considera demasiado crudo y que, al parecer, no tiene las herramientas para comprenderlo.


De hecho, la línea entre la crítica legítima y la represión de la expresión artística es, a menudo, muy fina. Otro ejemplo es el de Lana Del Rey quien ha estado en el centro de varias polémicas en los últimos años, convirtiéndose en un blanco de la “cancel culture”. Aunque no ha sido completamente "cancelada", ha enfrentado críticas en varios frentes, principalmente por acusaciones de antifeminismo y romantización de la violencia en las relaciones. El imaginario artístico de Lana, caracterizado por referencias a la dependencia emocional y a relaciones tóxicas, ha generado debate, especialmente por el verso "He hit me and it felt like a kiss" (Me besó y me pareció un beso) de la canción Ultraviolence, acusado de romantizar la violencia doméstica. Lana siempre ha defendido su estilo, subrayando que sus letras cuentan historias de mujeres complejas y no promueven comportamientos dañinos. Al contrario de Kanye y de R. Kelly que han sido acusados de delitos graves, el caso de Lana Del Rey es un ejemplo de cómo la cancel culture plantea una cuestión más amplia sobre la libertad artística en la era de la sensibilidad social contemporánea, donde cada palabra e imagen pueden convertirse en objeto de debate y controversia. Claro, es algo totalmente distinto a la censura pero, en algunos casos, estos dos conceptos corren el riesgo de tener éxitos similares.



Cancel culture y censura: conceptos similares pero totalmente diferentes

En última instancia, al examinar la “cancel culture” y la censura tradicional, surge una realidad compleja en la que la línea entre libertad y control es cada vez más difusa.Si bien la censura en los regímenes autoritarios es una imposición desde arriba, una herramienta de represión que silencia las voces incómodas para el poder, la “cancel culture” opera en un contexto democrático, aunque con mecanismos que, en ocasiones, pueden generar efectos similares. En ambos casos, quienes expresan un pensamiento no conforme corren el riesgo de ser excluidos del discurso público, ya sea un artista en un país sometido a estrictas restricciones gubernamentales o una figura pública en el centro de una tormenta mediática.

Sin embargo, la diferencia fundamental radica en la naturaleza del control: la censura es impuesta, la “cancel culture” es colectiva. En la primera, la disidencia se sofoca con la fuerza; en la segunda, es el consenso social el que determina qué es aceptable y qué no. Quizás el verdadero desafío sea encontrar un equilibrio entre responsabilidad y libertad, entre el derecho a criticar y la necesidad de permitir que el arte y la cultura se expresen sin el temor constante al juicio colectivo. Porque si bien es cierto que la libertad de expresión no implica ausencia de consecuencias, también lo es que el miedo a la reacción pública no debería convertirse en una nueva forma de autocensura.



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